28 sept 2009

NUEVOS METODOS PARA EXTRAER PETROLEO




Es un secreto a voces que el horizonte de vida de las reservas de hidrocarburos en el país se acerca vertiginosamente: al ritmo de extracción de 2003, según la Secretaría de Energía de la Nación, sería de alrededor de 8 años para el petróleo y de diez para el gas natural. Otras estimaciones advierten que durante 2007 la Argentina se convertirá en importadora de petróleo, con las consecuencias imaginables para la economía.
Sin embargo, si el doctor Gustavo Bianchi está en lo cierto, el país podría beneficiarse de cuatro o cinco años de gracia para sus explotaciones petrolíferas: este bioquímico y especialista argentino en materiales desarrolló y está patentando un método para extraer el petróleo que queda en el fondo del pozo cuando los otros sistemas fracasan o resultan poco económicos. Permitiría recuperar entre un 15 y un 20%, o más por pozo.
“Hoy, el 85% del petróleo local se obtiene por extracción secundaria –explica Bianchi–. Como la presión de los yacimientos cayó, es necesario inyectar agua del mismo reservorio para mantenerla y poder seguir extrayendo. Pero cuando se entra en la etapa final del yacimiento, hay que poner en práctica otros métodos (recuperación terciaria), como los que emplean vapor, mezcla de agua y dióxido de carbono, o polímeros. Estos últimos vienen todos del extranjero: de Canadá, Estados Unidos o Francia, y son costosísimos.”
Bianchi y su equipo desarrollaron precisamente un polímero unido a un surfactante (sustancia que reduce la tensión superficial de un líquido, y que sirve como agente humectante o detergente) que resultan más efectivos que los habituales para hacer fluir el petróleo entre los poros de las rocas que conforman la pared del reservorio. Además, por producirse en el país, podrían elaborarse a precios mucho menores que los importados.
“Cuando se entra en la etapa terminal de un yacimiento, no es que no quede petróleo, sino que la extracción es técnicamente tan difícil que resulta antieconómica –explica el científico–. Por ahí lo que queda abajo puede ser el 50 o el 60% del pozo, pero son petróleos pesados y es difícil extraerlos. Entonces, se usan polímeros y surfactantes aniónicos (que tienen carga eléctrica negativa) para que haya un «barrido» en el yacimiento. El problema es que el polímero tiene que tener una alta estabilidad para que no precipite. Muchos de los fracasos que hubo en la recuperación se debieron a la precipitación del polímero dentro del yacimiento, lo que se llama el «mojado» de la roca: éste se pega y obtura los poros, entonces el pozo se muere. Hay un daño permanente. Se pierden millones de dólares.”
Dado que está embebida en agua con una concentración de sales tres veces mayor que la del agua de mar, la roca del yacimiento genera cargas eléctricas positivas o negativas.
Si el polímero es aniónico (es decir, tiene carga negativa), pero encuentra a su paso cargas positivas, se produce una interacción entre la carga negativa del polímero y la positiva de la roca que interfiere en el paso del petróleo por sus poros. “Es el famoso «mojado»: en lugar de tener petróleo en la pared poral, queda el polímero –explica Bianchi–. En el caso inverso, si la roca es negativa y el polímero, positivo, hay rechazo. Entonces, también se produce este fenómeno que en la jerga se conoce como fingering.”
¿En qué consiste el desarrollo de Bianchi? Simple: utiliza un polímero o un surfactante –o ambos– sin carga eléctrica, no iónicos. Y los resultados de laboratorio con coronas de yacimiento dan una recuperación superior al 30%. Incluso teniendo en cuenta que los resultados de campo pueden ser inferiores, parecen más que tentadores...
“La innovación está tanto en la aplicación del polímero como en el proceso de obtención, el camino químico, y la aplicación –explica–. Por eso, la patente [“Método para la recuperación secundaria de petróleo mediante el uso de poliacrilamida no iónica y un surfactante no iónico, y método para la obtención de dicho surfactante] se centra en dos factores: la elaboración del producto y la idea de utilizar productos sin carga eléctrica. Para mí, lo que más vale es esto último.”
Según el especialista, este método, que mostró excelentes resultados utilizando el polímero a una concentración del 0,01% de materia activa, podría agregar hasta cinco años de vida útil por pozo. Para su utilización, detalla, siempre habrá que hacer un estudio de laboratorio, porque la formulación cambia de acuerdo con el tipo de reservorio y de agua que tenga.
“La ventaja de este polímero, que es una macromolécula, está en que no precipita en presencia de una alta concentración de sales, de hierro o de calcio –agrega–. Es increíble: resulta más estable en agua salada que en agua dulce. Además, como no «moja» el sistema, no queda adentro; entonces llegará un momento en que no habrá necesidad de poner más. Cuando examinamos con resonancia magnética nuclear una roca en la que lo habíamos empleado, pudimos ver mayor cantidad de poros chicos. Esto quiere decir que «limpia» más poros chicos que los convencionales. Es como una «angioplastia geológica»”, bromea.
Y luego se pregunta: “¿Esto qué puede darnos? Un respiro. Porque si hoy encontramos un yacimiento de gas, necesitamos siete años para ponerlo en funcionamiento. Tenemos gente capacitada, y podemos desarrollar productos mejores desde el punto de vista tecnológico y más baratos. ¿Por qué no los hacemos?”.

monita.kurmen@hotmail.com
ljperez_1@hotmail.com


http://www.freetranslation.com/

14 sept 2009

Estaría amenazada la mitad de la flora



Nueva estimación: a partir de un estudio en 189 países. Según científicos de la Universidad de Duke, entre el 22 y el 47% de las especies vegetales está en peligro
Cálculos previos situaban esa cifra en torno del 13% En Ecuador, el 83% de las especies endémicas estaría en riesgo En el país sólo se cuenta con datos fragmentarios

Fotos:





Passiflora loxensis, amenazada
Foto: Gentileza Carlos Ulloa, Jardín Botánico de Missouri
Si el estudio que hoy publica la revista Science está en lo cierto, el ser humano no cuida sus reinos y dilapida la herencia que debe a las futuras generaciones: de acuerdo con la estimación realizada por Nigel Pitman y Peter Jorgensen, de la Universidad de Duke, Estados Unidos, casi la mitad de las especies vegetales del globo podría estar amenazada de extinción.
"Es bien sabido que el 13%, la cifra más citada para calcular la fracción de la flora global amenazada, resulta una seria subestimación -escriben los investigadores-, porque no incluye un escrutinio confiable de especies en riesgo en las latitudes tropicales, que es donde crece la mayoría de las plantas del mundo. Nuestro cálculo arroja un resultado de entre 22 y 47%, mucho mayor de lo que se creía. Dado que el número de las especies vegetales de la Tierra continúa siendo materia de discusión, hicimos dos cálculos separados sobre la base de dos estimados recientes, 310.000 y 422.000."
Para llegar a esta conclusión, los científicos debieron utilizar datos publicados e inéditos sobre endemismo (confinamiento a una zona), especies amenazadas y área correspondientes a 189 países.
Trazar esta imagen, sin embargo, no fue fácil: los datos sobre patrones globales escasean, por lo que es difícil evaluar la verdadera extensión de la crisis vegetal.
"Los resultados sugieren que la mitad de las especies puede considerarse amenazadas de extinción, según la clasificación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)."
Para los especialistas, los países tropicales son los que llevan el peso de la destrucción. Una gran proporción de las especies potencialmente amenazadas se encuentra en países de esa parte del globo, en los que coinciden una gran diversidad de flores y pérdidas masivas del hábitat.
"El 83% de las especies de plantas endémicas para Ecuador -afirman-, califican como amenazadas dentro de los criterios de la UICN."
Aquí, en el país, no existen datos que permitan cuantificar el empobrecimiento del escenario natural.
Según la doctora Alicia Burghardt, del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental, de la Facultad de Ciencias Exactas, de la UBA, "en la Argentina no se realizan estimaciones como éstas, apenas puede haber datos fragmentarios. No hay una política científica a ese respecto".
No es sencillo evaluar los efectos de la desaparición de una especie sobre un ecosistema. "Hay que estudiar caso por caso -subraya la especialista-. Puede no ocurrir mucho, o puede desaparecer el ecosistema."
Calentamiento global
Mientras en Nueva Delhi representantes de casi 200 países intentan acordar la puesta en marcha del Protocolo de Kyoto sobre cambio climático, otro trabajo publicado hoy en Science y firmado por el equipo de Martin Hoffert, profesor de física de la Universidad de Nueva York, llega a la conclusión de que no existen, por ahora, tecnologías que puedan reemplazar la energía producida por los combustibles fósiles. Según los científicos, se requiere una fuerte inversión en el desarrollo de fuentes de energía alternativas para evitar un desastre ecológico.
Y enseguida agrega: "No se trata de conservar por conservar... La alarma surge, por un lado, de la desaparición de masas boscosas: los vegetales son los que producen oxígeno, aunque no conozco estudios científicos serios acerca de cuál es el impacto de la deforestación en la producción de este gas. Por otro lado, hay muchas especies de gran utilidad para el ser humano, y si desaparecen antes de ser estudiadas, ese beneficio potencial se pierde definitivamente. Es cierto que todo lo que sea prospectiva es discutible, pero también es innegable que resulta positivo establecer redes de conservación y bancos de semillas. En Brasil existen y muy buenas".
El ingeniero agrónomo y doctor en biología Carlos Villamil, profesor del Departamento de Biología y Bioquímica de la Universidad Nacional del Sur, y miembro del Comité de Plantas de la IUCN, es un especialista en el tema. "Hace tiempo que estamos intentando hacer un listado de plantas amenazadas en la Argentina, pero todavía es muy fragmentario. Aunque alguna información se encuentra en la bibliografía, en la mayoría de los casos los datos faltan."
Según los investigadores norteamericanos, una base de datos actualizada sobre todas las especies en extinción requeriría una inversión de cien dólares por especie, alrededor de doce millones de dólares anuales.
"Sólo con un emprendimiento de estas características se podrán monitorear y prevenir las extinciones de gran escala que se prevén para este siglo en los trópicos", advierten.
Fuente:
http://www.prodiversitas.bioetica.org/prensa35.htm
http://www.lanacion.com.ar/02/11/01/sl_445984.asp
LA NACION 01/11/2002 Página 12 Ciencia/Salud